El problema de Oriente y Occidente
La definición de “Orientalismo” es problemática desde un comienzo.
Orientalismo podría definirse como “la disciplina que estudia la cultura de aquellos que están ubicados en el oriente”.
Esta definición da por asumido que existe un lugar definido y absoluto, llamado “El Oriente“. Pero como muchas otras dualidades (arriba/abajo, poco/mucho, grande/pequeño, superficial/profundo), la noción de “Oriente” no tiene significado lógico sin la existencia de una contraparte: en este caso, un Occidente. Por lo demás, la dualidad misma carece de función si no es aplicada a un punto de referencia. Este punto de referencia es habitualmente “uno mismo”. No importa dónde “uno” esté ubicado en el planeta; todo lo que caiga hacia la puesta de sol será occidente, y todo lo que caiga en dirección del amanecer será el oriente.
De manera que, el Oriente y el Occidente no existen como lugares absolutos, y cualquier división entre ellos es fundamentalmente artificial. Todo es relativo al punto de referencia. Si un punto X está ubicado sobre mi inmediato occidente, no sería falso declarar que también está ubicado hacia el oriente, sólo que más lejos; nada más habría que circumnavegar el planeta por un mismo paralelo en dicha dirección.
Con la definición propuesta arriba, uno podría ser llamado un “orientalista” si desde Chile se dedicara a estudiar la cultura de los argentinos. Los japoneses podrían ser orientalistas si quisieran estudiar a los californianos. Pero en este caso no es así.
“Orientalismo” como disciplina de estudio, se refiere a un lugar específico, ubicado al oriente de otro lugar específico. Las personas que fabricaron el término “Orientalismo” se hallan ubicados en una región geográfica bien delimitada, y se ven a sí mismos como el punto de referencia geográfico; en otras palabras, ellos son “el centro”.
Dada esta naturaleza unidireccional, el orientalismo resulta muy díficil de ser presentada como una disciplina objetiva.
Por ejemplo: un botánico estudia las plantas con la seguridad (casi) absoluta de que las plantas -carentes de inteligencia- nunca van a estudiarlo de vuelta a él.
Pero en el Orientalismo, dos civilizaciones humanas que de otra manera serían comparables y paralelas, son ubicadas en sentido vertical, donde una actúa como sujeto (la llamada “Occidental”), y la otra actúa como objeto (la llamada “Oriental”). La cultura objeto es estudiada desde el marco intelectual de la cultura sujeto, muchas veces sin que la cultura objeto tenga participación en el asunto.
En el Orientalismo, la cultura que estudia es la Europea, y la cultura que es estudiada, es la Asiática.
En su definición más amplia, orientalismo puede abarcar el estudio de las culturas de la India y el Lejano Oriente.
Pero en la práctica se refiere más que nada al Cercano Oriente con su cultura predominantemente árabe-islámica.

Orientalista es quien se dedica al estudio y/o a la representación artística de las culturas del Medio Oriente; modernas o antiguas.
Personalmente, ocupo la palabra “Orientalismo” como término equivalente a “Estudios Orientales” o “Estudios de Medio Oriente”, a la usanza de los siglos 18 y 19.
¿Por qué me defino como un orientalista? Los invito a seguir leyendo abajo.
El problema de Oriente y Occidente
La definición de “Orientalismo” es problemática desde un comienzo.
Esta definición da por asumido que existe un lugar definido y absoluto, llamado “El Oriente“. Pero como muchas otras dualidades (arriba/abajo, poco/mucho, grande/pequeño, superficial/profundo), la noción de “Oriente” no tiene significado lógico sin la existencia de una contraparte: en este caso, un Occidente. Por lo demás, la dualidad misma carece de función si no es aplicada a un punto de referencia. Este punto de referencia es habitualmente “uno mismo”. No importa dónde “uno” esté ubicado en el planeta; todo lo que caiga hacia la puesta de sol será occidente, y todo lo que caiga en dirección del amanecer será el oriente.
De manera que, el Oriente y el Occidente no existen como lugares absolutos, y cualquier división entre ellos es fundamentalmente artificial. Todo es relativo al punto de referencia. Si un punto X está ubicado sobre mi inmediato occidente, no sería falso declarar que también está ubicado hacia el oriente, sólo que más lejos; nada más habría que circumnavegar el planeta por un mismo paralelo en dicha dirección.
Con la definición propuesta arriba, uno podría ser llamado un “orientalista” si desde Chile se dedicara a estudiar la cultura de los argentinos. Los japoneses podrían ser orientalistas si quisieran estudiar a los californianos. Pero en este caso no es así.
“Orientalismo” como disciplina de estudio, se refiere a un lugar específico, ubicado al oriente de otro lugar específico. Las personas que fabricaron el término “Orientalismo” se hallan ubicados en una región geográfica bien delimitada, y se ven a sí mismos como el punto de referencia geográfico; en otras palabras, ellos son “el centro”.
Dada esta naturaleza unidireccional, el orientalismo resulta muy díficil de ser presentada como una disciplina objetiva.
Por ejemplo: un botánico estudia las plantas con la seguridad (casi) absoluta de que las plantas -carentes de inteligencia- nunca van a estudiarlo de vuelta a él.
Pero en el Orientalismo, dos civilizaciones humanas que de otra manera serían comparables y paralelas, son ubicadas en sentido vertical, donde una actúa como sujeto (la llamada “Occidental”), y la otra actúa como objeto (la llamada “Oriental”). La cultura objeto es estudiada desde el marco intelectual de la cultura sujeto, muchas veces sin que la cultura objeto tenga participación en el asunto.
En su definición más amplia, orientalismo puede abarcar el estudio de las culturas de la India y el Lejano Oriente.
Pero en la práctica se refiere más que nada al Cercano Oriente con su cultura predominantemente árabe-islámica.
Orientalismo: ¿una disciplina desprestigiada?
Cómo es que el capitalismo y el humanismo racional llevaron a Europa a dominar sobre tantos otros pueblos del mundo, es uno de los temas más interesantes de la historia moderna. El asunto es que, fue justamente en contexto de este imperialismo que los europeos aplicaron su nuevo tipo de erudición para examinar y describir las culturas humanas que eran consideradas “no-europeas”, o “no-occidentales” (los “otros”). Los académicos euro-americanos que se dedicaron a estudiar específicamente el mundo musulmán, y los artistas que se dedicaron a representarlo, fueron llamados orientalistas.
Los orientalistas fueron académicos bien respetados durante el siglo XIX y la mayor parte del siglo XX. Sin embargo, la disciplina fue estigmatizada como una palabra de connontación negativa tras la publicación de libro titulado Orientalismo (1978) del intelectual árabe-americano Edward Said.
Sin duda una de las obras más importantes e influyentes de las últimas décadas, Orientalismo acusa a la disciplina homónima de ser un producto intelectual del imperialismo europeo, desarrollado con el fin ideológico de establecer dominancia sobre culturas consideradas “inferiores” y justificando la subordinación de éstas al orden europeo. Al fin y al cabo, el orientalismo y otras disciplinas de estudios culturales se desarrollaron en la misma época que el racismo científico era visto como una realidad para la mayoría de los intelectuales europeos.
Se culpa también a la literatura y arte orentalista por sembrar en el inconsciente occidental una idea homogeneizada y sesgada de los orientales (“todos los medio-orientales son árabes y musulmanes, e inherentemente fanáticos, irracionales, y violentos”); falsa imagen que ha sido perpetuada por la prensa y la cultura popular de occidente.
Con Orientalismo, Edward Said inauguró la disciplina de estudios post-coloniales, y marcó un antes y un después en el estudio de Medio Oriente, y abrió el debate filosófico en cuanto a la relación entre poder y conocimiento.
Desde entonces, el término “Orientalista” ha caído en el desuso, dadas las claras implicancias éticas que acarrea el término.
Pero la historia no acaba ahí.
Por sed de conocimiento
Por mucho tiempo traté de encontrar un término que encajara y abarcara mis intereses de estudio.
¿Historiador? ¿Arqueólogo? ¿Explorador?
Al menos una cosa parecía segura: la palabra “Orientalista” estaba prohibida.
Sin embargo, en octubre del 2018, caminaba casualmente por la conocida avenida Divanyolu en Estambul, cuando entré a una pequeña tienda de libros en inglés; casi todos acerca de Medio Oriente. Ahí estaba, por supuesto, Orientalismo de Edward Said. Pero inmediatamente me llamó la atención otro libro, deliberadamente ubicado adyacente a éste, titulado “For Lust of Knowing: The Orientalists and their Enemies” (2006) de Robert Irwin.
La traducción literal de lust no es “sed”, pero suena mejor traducirlo así: “Por sed de conocimiento“. Por el texto de la contraportada me quedó claro de que ésta era una crítica a Orientalismo de Said.
Nada más con leer el título del libro, me sentí aliviado. Mucho más cuando terminé de leerlo hasta la última página.
Todos hemos asimilado desde nuestra infancia, nuestra familia y nuestro entorno social un marco cultural del cual no nos podemos desprender. Y por mucho que uno haya abierto las puertas del librepensamiento y la multiculturalidad, es inevitable que cada uno de nosotros examine las culturas extranjeras desde el lente de su propio sistema intelectual. En esto, Edward Said estaría de acuerdo.
Soy chileno de nacionalidad. Y por mucho que entre mis antepasados hayan árabes de Palestina, mi propio interés por el Medio Oriente inevitablemente emana desde mi identidad occidental. ¿Eso me convierte en un Orientalista saidiano?
¡Nunca he pensado que mi interés de estudio está al servicio del imperialismo ni mucho menos el racismo! Todo lo contrario: una de mis motivaciones al promover “el orientalismo” es poder mostrar -en mi medio occidental- la diversidad y riqueza cultural que existe en el Medio Oriente, de manera de derribar prejuicios y crear conciencia de las comunidades que sufren producto de la turbulencia política de la región.
Para leer más acerca de los principios filosóficos de Oriente Antiguo, clic en el siguiente link:
El libro de Irwin me ayudó a resolver este dilema interno. Al conocer en detalle las vidas de tantos “occidentales” que, contrario a lo que plantea Said, encontraron en el Medio Oriente una genuina y desinteresada fascinación, sacrificando sus vidas personales y profesionales para aprender más de estas culturas tanto más antiguas que la suya, por fin me sentí identificado.