La victoria de Marruecos en el mundial es un llamado de atención para Israel

Dos imágenes que recientemente llegaron a los titulares cuentan una historia interesante acerca del lugar de Israel en el Medio Oriente.

La primera muestra el embajador de los Emiratos Árabes Unidos en Israel dando la bienvenida a Itamar Ben-Gvir, el líder de extrema derecha que se convertirá en el ministro de seguridad nacional de Israel.

La segunda muestra a los jugadores de la selección nacional de Marruecos celebrando su increíble logro en el Mundial de Fútbol ondeando una bandera palestina ante las cámaras.

La dicotomía entre estas imágenes puede resultar confusa para los israelíes. Tras la firma de los Acuerdos Abraham en 2020, hubo un momento de euforia en Israel, en que la derecha israelí declaró que la cuestión palestina ya no era importante a los ojos del mundo árabe, y que los propios palestinos, los millones de personas atrapadas en un amargo conflicto con los israelíes, de alguna manera se han vuelto irrelevantes.

Ver el video de Oriente Antiguo acerca de los “Acuerdos Abraham”

Cuando el embajador de un país árabe abraza calurosamente a un extremista como Ben-Gvir, quien durante años tuvo una foto del terrorista judío Baruch Goldstein colgada en su living, el argumento de “¿a quién le importan los palestinos?” parece validado.

Pero luego, cuando los futbolistas marroquíes, los nuevos héroes del mundo árabe, eligen marcar su éxito histórico alzando la causa palestina, ese argumento repentinamente parece débil y poco convincente.

La verdad está probablemente en algún punto intermedio. Regímenes como el de los Emiratos Árabes, un país con diez veces más trabajadores extranjeros que ciudadanos, tremendamente rico por dinero energético, y carente de cualquier indicio de proceso democrático, se preocupa muy poco por la opinión pública árabe. Para ellos, los intereses que acercan a sus países a Israel superan cualquier cualquier cosa que Ben-Gvir haya dicho o hecho en el pasado para dañar a los palestinos.

Por otro lado, también existe el argumento práctico de que al acercarse a la estrella emergente de extrema derecha de la política israelí, este país árabe podría ayudar a Netanyahu a contenerlo.

El problema de Israel permanece, no con los monarcas millonarios del Golfo, sino que con los cientos de millones de personas de habla árabe en el Medio Oriente que simpatizan con la causa palestina, y que no se han dado por vencidos simplemente porque el emir del pequeño Bahrein firmó un acuerdo de paz con Israel, con el que nunca estuvo en guerra en primer lugar.

El Mundial de Fútbol es un recordatorio de esta realidad; una que los israelíes deben tomar en consideración, incluso si no todos quieren reconocerlo.

(*) Este artículo es una traducción del artículo en inglés del diario Haaretz.

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