Los Palestinos, ¿son un pueblo antiguo?

La relación de los palestinos actuales con los pueblos ancestrales que han vivido en Palestina es algo incómoda. El elemento lingüístico ha sido tradicionalmente el más indicativo para reconocer que un pueblo tiene “continuidad” histórica. Cuando éste no está presente, se hace mucho más difícil sostener la aseveración de continuidad, debiendo recurrir a todo tipo de elaboraciones históricas.
Es el caso del idioma árabe, el cual, inconvenientemente para los palestinos, no se origina propiamente tal en Palestina; vis-a-vis el idioma hebreo que sí es local. Para resolver este problema, los palestinos han recurrido a tres estrategias.
Una es la estrategia etimológica: “los palestinos venimos de los filisteos”. La raíz de los etnónimos es la misma, pero la conexión entre los filisteos antiguos y los palestinos modernos es totalmente forzada y artificial. No hay mayor continuidad entre ambos que la secuencia de casualidades históricas que determinaron el uso de la misma palabra.
Otra estrategia es la de desviar el foco de la historia hacia el elemento árabe del Medio Oriente, adjudicando excesivo protagonismo a dicha cultura por sobre otras, y de “estirar” el epicentro de la cultura árabe preislámica hasta comprender todo el Levante. Se resume en el enunciado de que “Palestina siempre ha sido árabe”.
Una tercera estrategia que hemos escuchado es la de abanderarse con el pueblo antiguo que es presentado en la Biblia como el antagonista a los israelitas; me refiero a los cananeos. Aparte de carecer de sustento histórico, esta estrategia tiene la gran debilidad de pretender deslegitimar a Israel basándose en el libro fundacional de los antiguos israelitas, lo cual, paradójicamente, termina fortaleciendo la narrativa sionista. “Si los Palestinos modernos son los antiguos cananeos, entonces los judíos modernos son los antiguos israelitas”.
Frecuentemente, especialmente desde el bando judío-sionista, se acusa a los palestinos de “no existir”, bajo el argumento de que “nunca antes habían existido”; ya sea porque nunca antes en la historia se usó la palabra “palestino” como un gentilicio o etnónimo, o porque nunca en la historia existió una entidad política que llevara ese nombre.
Esta forma de pensar, que también influyó en el desarrollo del nacionalismo europeo, se origina en el texto bíblico, en el cual cada ser humano debe, necesariamente, ser categorizado bajo un “pueblo” o “nación”. Según esta lógica, cuando un grupo humano pierde su “nombre identitario”, para todos los efectos deja de existir, aunque retenga muchos de sus atributos culturales.
Los judíos de cada generación de la historia se han vanagloriado de ser un pueblo muy, muy antiguo. Sin embargo, su cultura ha sincretizado -o se ha”contaminado”- con la misma secuencia de culturas que sus vecinos no judíos. Su religión, su vestimenta, su idioma hablado, y su genética no se han mantenido estática, monolítica, en el tiempo. Lo único que conservan, sagradamente, es su nombre, y por supuesto sus textos fundacionales.
Los residentes no-judíos de Palestina han sido injustamente castigados por no haber levantado claros límites de separación frente a otras culturas, cosa que los judíos sí hicieron desde un principio. Sin embargo, a pesar de no haber conservado un nombre o un idioma, la continuidad existe.
No tengo duda que los palestinos modernos tienen derecho a reclamar herencia de culturas que sí son milenarias.
Visto desde afuera, pienso que el mayor obstáculo yace en la obstinada adherencia palestina al elemento árabe de su identidad, el cual, no es necesario recalcar, no es exclusivo de los palestinos sino de un universo mucho más amplio. Pero existe un sustrato histórico-cultural específicamente levantino (palestino-libanés-sirio) que subyace a todas las administraciones extranjeras incluyendo la conquista islámica.
Si los palestinos pusieran más atención a su historia semítica preislámica local, pienso que hay mucho material con el cual trabajar. Pero esto es un planteamiento puramente teórico; en la práctica, los palestinos nacieron y crecieron bajo la bandera árabe, y difícilmente se divorciarán de ella.




